3 «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, tienes que perdonarlo. 4 Y si siete veces al día peca contra ti y las siete veces vuelve a ti diciendo: “He pecado”, lo perdonarás».
7 Los apóstoles le dijeron a Jesús: «¡Auméntanos la fe!». 6 Pero Jesús les respondió: «Si tuvieran una fe tan grande como una semilla de mostaza, le dirían a este árbol: “¡Arráncate de raíz y plántate en el mar!”, y él les obedecería».
«Si alguno de ustedes tiene un servidor arando o cuidando el ganado, cuando vuelve del campo, ¿acaso le dice: “¡Entra rápido y siéntate a cenar!”? 8 ¿No le dice más bien: “Prepárame la cena y permanece atento a servirme hasta que yo haya comido y bebido, porque tú comerás y beberás después”? 9 ¿Tendría que agradecerle al servidor porque hizo
lo que le mandó? 10 También ustedes, cuando hayan hecho todo lo que Dios les manda, digan: “Somos servidores a los que nada hay que agradecer, porque no hicimos más que cumplir con nuestra obligación”».
Del evangelio de hoy tenemos que recoger e imitar la actitud de los discípulos: conscientes de su fragilidad natural ante las exigencias de Jesús sobre el perdón, le piden al Señor un aumento de fe. Notemos que en el evangelio de Lucas la concepción de la fe tiene un matiz propio. La fe es ante todo la confianza en que Jesús puede obrar más allá de las posibilidades humanas. Es una confianza activa, que mueve a obrar, a pedir y a esperar de parte del Señor. Y lo que esta fe o confianza alcanza de parte de Jesús es la salvación, el perdón, que sólo Dios puede dar. Lo contrario de la fe es el miedo que bloquea, que genera desesperación (cf. Lc 8,25).
Por tanto, los apóstoles piden un aumento de fe, esto es, poder confiar más en la Palabra de Dios que en su propia visión de la realidad y que en sus propias capacidades. Son conscientes de que esta fe es un don de Dios y que deben pedirlo en la oración. Si relacionamos este pedido con las exigencias del perdón que Jesús les terminaba de presentar, la reacción de los apóstoles es bien sensata. Para perdonar siempre se requiere la fe, no basta la razón. Los razonamientos nos pueden motivar el perdón alguna vez, pero no siempre. La fe nos introduce en el modo de ver y de vivir de Dios, quien perdona siempre a los que se arrepienten. Sólo viviendo en la fe podremos estar dispuestos a perdonar siempre superando las resistencias de nuestra afectividad y las objeciones de nuestros razonamientos.
Al respecto decía el Papa León XIV en el ángelus del 24 de agosto de 2025: “Mientras a veces nos sucede que juzgamos a quien está alejado de la fe, Jesús pone en crisis “la seguridad de los creyentes”. Él, en efecto, nos dice que no es suficiente profesar la fe con los labios, comer y beber con Él celebrando la Eucaristía o conocer bien las enseñanzas cristianas. Nuestra fe es auténtica cuando abraza toda nuestra vida, cuando es un criterio en las decisiones que tomamos, cuando nos hace mujeres y hombres que se comprometen con el bien y son capaces de arriesgarse por amor tal y como hizo Jesús. ”
Podemos todavía dar un paso más pues la fe nos revela nuestra condición de criaturas, de siervos, de servidores. No estamos en condiciones de exigirle nada a Dios. Esta es nuestra verdad, esta es la humildad. Jesús dice que la fe nos mueve a obrar, incluso acciones que nos superan humanamente, porque el Señor obrará en nosotros y por medio de nosotros. Por eso la obra del hombre es un servicio, un ministerio, una misión o tarea encomendada; y nosotros somos solo humildes servidores en la viña del Señor. Como dice el P. Molinié: "No somos importantes, somos amados". Se trata, en el fondo, de no buscarse a sí mismo en los servicios que se prestan a Dios; y para llegar a esto hay que pedir un aumento de fe; y también de caridad.
En fin, en este mes misionero, pidamos al Señor para todos los bautizados un aumento de fe para para ser testigos de la misma ante el mundo; y la humildad necesaria para vivir con responsabilidad la misión que el Señor nos ha encomendado.
Gracias Jesús por la fe.
Ayúdame a confiar más en la Palabra de Dios
que en mis propias fuerzas.
Dame el impulso necesario para aprender
a perdonar y hacerlo de corazón.
Que no mida mis logros ni me busque a mí mismo.
Aumenta mi fe y la de mis hermanos
Para ser testigos de Tu presencia en el mundo y podamos anunciarte.
Amén.
“La fe de los hombres queda sellada en sus acciones, les modela sus facciones y les resplandece la mirada”, Santo Tomás de Aquino.