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Domingo 5 de octubre de 2025
Vigésimo quinto domingo durante el año. CicloC
“Ojalá hoy escuchen la voz del Señor” Sal. 94
Espíritu Santo, manifiéstate una vez más.
Espíritu Santo, dame un corazón que escuche.
Espíritu Santo, úngeme con Tu perfume inconfundible.
Espíritu Santo, hazme experimentar mi bautismo
y envíame a llevar tu Palabra en este mes misionero
Amén.
Lc 16,19-31

3 «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, tienes que perdonarlo. 4 Y si siete veces al día peca contra ti y las siete veces vuelve a ti diciendo: “He pecado”, lo perdonarás».
7 Los apóstoles le dijeron a Jesús: «¡Auméntanos la fe!». 6 Pero Jesús les respondió: «Si tuvieran una fe tan grande como una semilla de mostaza, le dirían a este árbol: “¡Arráncate de raíz y plántate en el mar!”, y él les obedecería».
«Si alguno de ustedes tiene un servidor arando o cuidando el ganado, cuando vuelve del campo, ¿acaso le dice: “¡Entra rápido y siéntate a cenar!”? 8 ¿No le dice más bien: “Prepárame la cena y permanece atento a servirme hasta que yo haya comido y bebido, porque tú comerás y beberás después”? 9 ¿Tendría que agradecerle al servidor porque hizo lo que le mandó? 10 También ustedes, cuando hayan hecho todo lo que Dios les manda, digan: “Somos servidores a los que nada hay que agradecer, porque no hicimos más que cumplir con nuestra obligación”».

Algunas preguntas para una lectura atenta

  1. ¿Qué tengo que hacer con quien me pide perdón por una ofensa y cuántas veces tengo que hacerlo?
  2. ¿Después de escuchar esto, qué le piden los discípulos a Jesús y por qué?
  3. ¿Qué les responde Jesús ante este pedido?
  4. ¿Qué mensaje quiere darles Jesús a los discípulos con el ejemplo del servidor?
Algunas pistas para comprender el texto:
Mons. Damian Nannini
Al inicio de este capítulo 17 se nos informa que Jesús vuelve a hablar ahora a sus discípulos. Y lo que sigue (17,1b-10) son una serie de enseñanzas sin aparente conexión entre las mismas: los escándalos, el perdón, la fe y el espíritu de servicio.
Pero hay una coherencia entre los mismos pues "en ellos se trata de la vida comunitaria, con las responsabilidades personales y los deberes ministeriales que implica" (F. Bovon).
El texto litúrgico comienza con el tema del perdón ejemplificado con dos casos (3b-4). En el primero se trata de alguien que peca y debe ser reprendido; y si se arrepiente (verbo metanoéō), debe ser perdonado. En el segundo caso hay una triple diferencia con respecto al primero: peca siete veces en un día, contra ti y no hay reprensión. Se trata, por tanto, de una reiterada ofensa recibida personalmente a la que sigue un arrepentimiento (verbo metanoéō) o pedido de disculpas personal, también reiterado. Ante esto hay que perdonar las siete veces diarias, o sea, siempre; pues el número 7 para los judíos indica totalidad..
Sigue luego una súplica de los apóstoles al Señor: "Auméntanos la fe". Esta petición surgiría de la toma de conciencia de los discípulos ante la magnitud del perdón que exige el Señor. Hay que entenderla como un pedido de ayuda, pues hace falta mucha fe para perdonar siempre. Lo que piden es un aumento o renovación de la confianza (fe) en la Palabra del Señor, como para poder aceptar esta exigencia del perdón.
Jesús responde con una comparación a través de la cual quiere enseñar que basta una fe pequeña para obrar maravillas, como que un árbol se arranque y se plante en el mar a pedido del creyente. Con esta figura el Señor quiere decir que la fe permite hacer cosas sorprendentes. En este caso, el que tiene fe podrá perdonar siempre (L. Rivas). Por tanto, con esta respuesta Jesús les quiere decir que, más que un añadido o suplemento de fe, lo que necesitan es una fe viva, convencida y convincente. Se trata de la calidad de la fe teologal más que de la cantidad.
Jesús continúa con otro tema. Les evoca la figura del dueño de un campo y su servidor. Éste último al volver a la casa después de trabajar en el campo, todavía tiene que preparar la cena a su señor. Y haciendo esto está cumpliendo con su deber, con su trabajo, y el amo no tiene que manifestarle una especial gratitud por ello. Luego aplica esta comparación a la vida de los apóstoles: cumpliendo su ministerio, su servicio apostólico, están cumpliendo con su deber. Es decir, el Señor les pide que no se consideren importantes o imprescindibles en el Reino, sino servidores del único Señor que "realiza todo en todos" (1Cor 12,6).
Del evangelio de hoy tenemos que recoger e imitar la actitud de los discípulos: conscientes de su fragilidad natural ante las exigencias de Jesús sobre el perdón, le piden al Señor un aumento de fe. Notemos que en el evangelio de Lucas la concepción de la fe tiene un matiz propio. La fe es ante todo la confianza en que Jesús puede obrar más allá de las posibilidades humanas. Es una confianza activa, que mueve a obrar, a pedir y a esperar de parte del Señor. Y lo que esta fe o confianza alcanza de parte de Jesús es la salvación, el perdón, que sólo Dios puede dar. Lo contrario de la fe es el miedo que bloquea, que genera desesperación (cf. Lc 8,25).
Por tanto, los apóstoles piden un aumento de fe, esto es, poder confiar más en la Palabra de Dios que en su propia visión de la realidad y que en sus propias capacidades. Son conscientes de que esta fe es un don de Dios y que deben pedirlo en la oración. Si relacionamos este pedido con las exigencias del perdón que Jesús les terminaba de presentar, la reacción de los apóstoles es bien sensata. Para perdonar siempre se requiere la fe, no basta la razón. Los razonamientos nos pueden motivar el perdón alguna vez, pero no siempre. La fe nos introduce en el modo de ver y de vivir de Dios, quien perdona siempre a los que se arrepienten. Sólo viviendo en la fe podremos estar dispuestos a perdonar siempre superando las resistencias de nuestra afectividad y las objeciones de nuestros razonamientos.
Al respecto decía el Papa León XIV en el ángelus del 24 de agosto de 2025: “Mientras a veces nos sucede que juzgamos a quien está alejado de la fe, Jesús pone en crisis “la seguridad de los creyentes”. Él, en efecto, nos dice que no es suficiente profesar la fe con los labios, comer y beber con Él celebrando la Eucaristía o conocer bien las enseñanzas cristianas. Nuestra fe es auténtica cuando abraza toda nuestra vida, cuando es un criterio en las decisiones que tomamos, cuando nos hace mujeres y hombres que se comprometen con el bien y son capaces de arriesgarse por amor tal y como hizo Jesús. ”
Podemos todavía dar un paso más pues la fe nos revela nuestra condición de criaturas, de siervos, de servidores. No estamos en condiciones de exigirle nada a Dios. Esta es nuestra verdad, esta es la humildad. Jesús dice que la fe nos mueve a obrar, incluso acciones que nos superan humanamente, porque el Señor obrará en nosotros y por medio de nosotros. Por eso la obra del hombre es un servicio, un ministerio, una misión o tarea encomendada; y nosotros somos solo humildes servidores en la viña del Señor. Como dice el P. Molinié: "No somos importantes, somos amados". Se trata, en el fondo, de no buscarse a sí mismo en los servicios que se prestan a Dios; y para llegar a esto hay que pedir un aumento de fe; y también de caridad.
En fin, en este mes misionero, pidamos al Señor para todos los bautizados un aumento de fe para para ser testigos de la misma ante el mundo; y la humildad necesaria para vivir con responsabilidad la misión que el Señor nos ha encomendado.
Continuamos la meditación con las siguientes preguntas:
  1. ¿He experimentado la dificultad de perdonar a un hermano una ofensa?
  2. ¿Cuánto me ha ayudado la fe para perdonar a los que me han ofendido?
  3. ¿He tenido la experiencia de superar dificultades que parecían insuperables gracias a mi fe y confianza en Dios?
  4. ¿Qué expectativas tengo de recibir reconocimiento por lo que hago?
  5. 5. ¿Vivo los servicios que presto como un encargo personal que el Señor me ha hecho confiando en mí?

Gracias Jesús por la fe.
Ayúdame a confiar más en la Palabra de Dios
que en mis propias fuerzas.
Dame el impulso necesario para aprender
a perdonar y hacerlo de corazón.
Que no mida mis logros ni me busque a mí mismo.
Aumenta mi fe y la de mis hermanos
Para ser testigos de Tu presencia en el mundo y podamos anunciarte.
Amén.

Jesús, auméntame la fe.
Durante esta semana me propongo tener un pequeño acto de confianza con alguien que me cuesta tratar.

“La fe de los hombres queda sellada en sus acciones, les modela sus facciones y les resplandece la mirada”, Santo Tomás de Aquino.

(Santo Tomás de Aquino).